El Grand Prix 2018 del Consejo Mundial de Lucha Libre tuvo más expectativa que la misma función del 85 Aniversario. Se nota a leguas que la Seria y Estable tenía todas sus canicas puestas en este evento.

Les urgía dejar atrás ese trago amargo y ahora les dio por hacer un enorme revoltijo de luchadores con nueve por bando, cuando tradicionalmente son ocho.

Lo malo de un torneo cibernético (como lo es el Grand Prix) es que transcurridos algunos minutos se vuelve tedioso; ya sólo se trata de esperar a que queden dos o tres, y en ese proceso pueden transcurrir 40 minutos o más.

Lo buenos momentos del Grand Prix

Lo bueno es que se dan enfrentamientos interesantes que pocas veces podemos ver arriba de un cuadrilátero en carteles recurrentes. A continuación unos interesantes ejemplos.

El Terrible contra el Mesías fue un buen frente a frente donde el boricua le aguantó sin ningún problema el ritmo al benjamín ingobernable. Es una rivalidad que podría dar muchísimo si se lleva bien.

Otro gran momento fue cuando coincidieron los Hermanos Briscoe ante la Nueva Generación Dinamita; dos parejas completamente distintas se vieron las caras en un combate que muy pocas veces se podría ver.

Hechicero nuevamente hizo gala de su estupenda calidad enfrentando a Dark Magic (que nada tiene que ver con Norman Simley), confirmando que lo único malo que tiene el gladiador norteño es la falta de oportunidades estelares.

Destacó el reencuentro entre Matt Taven y Volador Jr. Nuevamente fuimos testigos del proverbial gatopardismo que caracteriza al público de la Arena México; el mismo recinto que hace semanas le tiró sonoros abucheos al Depredador del Aire, ahora lo vitoreó.

¿Qué hace especial al Grand Prix?

Una de las características más particulares del Grand Prix es el patrioterismo que genera en los asistentes. Desde que acomodan al combinado mexicano cual si fuera selección mexicana y entonan el Himno Nacional, la gente de inmediato se engancha en un tenor distinto al de cualquier Súper Viernes.

A partir de ese exaltado sentimiento comienza el discurso de: “un mexicano se debe llevar el Grand Prix” y el público queda ciego ante la gran calidad del combinado extranjero (esté quien esté); simplemente se trata de echar porras al mexicano y ya.

Bajo esa óptica, resultó un verdadero oprobio la forma en la que trataron a Michael Elgin, indudablemente uno de los mejores gladiadores que participó en esta edición.

Ya había conseguido llegar a la final el año pasado, sucumbiendo ante Diamante Azul en una batalla que parecía tener en la bolsa. En esta ocasión decidió cobrársela y el canadiense lo eliminó en las primeras etapas, siendo la gran sorpresa del certamen.

Pero lo mejor vino al final, cuando se quedó solo contra Euforia y Último Guerrero. ¿Qué pasó por la cabeza de ambos laguneros; por qué le echaron montón?

Parecía que estaban luchando en equipo y aun así Elgin fue capaz de plantarles cara con un increíble fondo físico, parecía una máquina que no se cansaba. Lo del canadiense fue verdaderamente épico.

La enorme falta de respeto hacia Michael Elgin

Michael Elgin es un gladiador revolucionado. Desde llegó a la final el año pasado muchas cosas han sucedido en su carrera, quizá la más notoria fue llegar al ring de la New Japan Pro Wrestling mejorando notablemente su físico y ganando el NEVER Openweight Championship (aunque lo tuvo apenas ocho días).

El canadiense fue capaz de remar contracorriente y derrotó a unos montoneros laguneros. El público de la Arena México no fue capaz de reconocer tamaña hazaña y simplemente siguieron abucheándolo.

El colmo de la ignominia ocurrió cuando Rayo de Jalisco Jr. (ganador del primer Grand Prix) subió al cuadrilátero a entregarle el trofeo. Michael Elgin lo recibió contento y amablemente extendió la mano al hijo de Max Linares.

¿Y qué hizo éste último? Se le quedó viendo con cara de rencor y lo dejó con la mano extendida durante unos segundos para después, no queriendo la cosa, estrechársela.

Por si fuera poco, mientras Elgin festejaba en el esquinero lo que indudablemente fue una victoria épica y de antología (¡le ganó a dos Guerreros Laguneros en desventaja!), Rayo de Jalisco Jr. fue con Último Guerrero a levantarle la mano para que el público no reconociera al canadiense.

Verdaderamente deleznable. Una enorme falta de respeto.

Por eso Michael Elgin es justo ganador del certamen. Qué pena que su epopeya quedará enterrada como tantas otras que se han visto en los cuadriláteros mexicanos debido a la ceguera patriotera del monstruo de mil cabezas.