Triplemanía XXVII dejó sorpresas tanto interesantes como gratuitas: como cetros que cambiaron de manos y la aparición de L.A. Park retando a Pagano; pero los reflectores se centraron en la batalla estelar entre Blue Demon Jr. y Rey Wagner.

¿Fue una buena batalla estelar?

Ambos gladiadores hicieron a un lado la técnica. Fuimos testigos de una lucha violenta fuera del ring donde la sangre se convirtió en el tercer protagonista. El Hijo del Tirantes brindó dramatismo al combate con sus conteos rápidos al punto de hacer creer que la victoria podía llegar para Rey Wagner.

El uso de un martillo por parte de Blue Demon Jr. fue un acto que rompió los límites de lo que se había visto antes. Los aficionados conocían: grapas, tachuelas, mesas, sillas, lámparas fluorescentes, alambres de púas; pero un martillazo directo a la mano no.

A reserva de quién haya decidido el final, no cabe duda que fue un guiño a uno de los acontecimientos más polémicos que ha tenido la lucha libre en los últimos años. Utilizar un tabique para dejar noqueado a Rey Wagner nos trajo a la mente aquella escena donde Angel o Demonio lanzó un tabique a Cuervo de Puerto Rico mandándolo al hospital.

La victoria de Blue Demon Jr. basada en artimañas y trampas hizo que la Arena Ciudad de México se llenara de abucheos para el hijo de “El Manotas”, señales inequívocas de su éxito como rudo.

Pero la atención no se centró en la victoria del Demonio Azul, sino en la derrota de Rey Wagner, sobre todo por el anuncio de su retiro. ¿En qué contexto llegó ese anuncio? Analicemos.

Se devaluó cuando vendió su máscara

Dr. Wagner Jr. dejó de existir el día que vendió su máscara y se la dio a Psycho Clown. No hay más que decir. Aquel gladiador que llegó a estar en el Top 20 del Pro Wrestling Illustrated en dos ocasiones (1999 y 2010, por encima de Seth Rollins en este último) se acabó.

Desde entonces, ver el rostro de Juan Manuel González Barrón significó ver a un gladiador que desperdició una increíble oportunidad de apostar su máscara en una verdadera batalla contra gladiadores de su calibre como L. A. Park.

Cínicamente intentó retar a este último el año pasado. ¿Ya para qué? L. A. Park se dio el lujo de verlo por encima del hombro y en su cara le dijo (al tiempo que le enseñaba la máscara del Hijo del Fantasma) que así era como tenía que defenderse una máscara, cosa que él no hizo.

Por si fuera poco, cuando se anunció el duelo de máscara contra cabellera ante Blue Demon Jr., Rey Wagner presentó súbitamente una actividad capilar anormal con una colita que le empezó a colgar de un día para otro. ¿En verdad iba apostar unas extensiones como cabellera? Sí, lo hizo.

El retiro es un acto de congruencia

Dice Rey Wagner que ya no quiere pisotear más su legado, que es mejor retirarse. Esa frase expresa un acto de congruencia. Es normal que deba cumplir los compromisos que ya tenía firmados previa a su pelea de Triplemanía; después de todo, es un profesional.

Sin embargo, a estas alturas de la historia, el retiro de Dr. Wagner Jr. será una ausencia que muy pocos habrán de adolecer. Sin la tapa no sólo perdió la incógnita y la mística de todo gladiador enmascarado, también perdió credibilidad como ídolo. Se desperdició una de las más grandes máscaras que ha tenido la lucha libre mexicana en los últimos 20 años.

Por eso es mejor dar vuelta a la página. Rey Wagner sí debe retirarse y dejar que sus hijos revivan una histórica rivalidad ante los hijos de L. A. Park, ahí es donde tanto promotores como afición deberían estar prestando atención ahora.