Ya merito

El jugador de México, Miguel Layún, llora tras perder 2-1 ante Holanda en los octavos de final de la Copa del Mundo el domingo, 29 de junio de 2014, en Fortaleza, Brasil. (AP Photo/Marcio Jose Sanchez)“Yo no hablo de venganzas ni de perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón.”-Jorge Luis Borges

Cuando me fui a la cama el 27 de Junio del 2014, creo que como cualquier aficionado mexicano soñé con imágenes de grandeza, de una selección mexicana trascendiendo en una copa mundial.

Los argumentos, las discusiones, buscar culpables, todo esto se hace tedioso y se llena de incredulidad cuando se llevan veintiocho años de fracasar continuamente quedándonos siempre en las mismas instancias.

“Qué jugadorazos tiene Holanda” “Ojalá tuviéramos a un jugador como Messi” “Imagínate que le ganamos a Holanda”  ¿Porqué, porqué pensamos así?  ¿Hasta cuándo vamos a seguir “orgullosos” de las derrotas?  Nunca nadie se acuerda del perdedor. En los momentos que se tiene que trascender, se fracasa.

“Nos vamos con la cara en alto de este mundial”. También hay que acordarnos cómo se llegó y juzgar con criterio; al final del día estamos como cada 4 años.

NO es el árbitro, no son los rivales, es nuestro complejo de inferioridad, a veces los partidos los perdemos desde el vestidor.  No trascendemos porque no creemos que lo podamos hacer, contra Holanda nos dimos cuenta que se puede competir al nivel de las selecciones de élite, no nos la creímos, nuestra mentalidad, el mal manejo de situaciones impensables son las que continuamente nos azota contra la lona.

¿En qué país del mundo el fútbol es manejado por una televisora? El fútbol mexicano está secuestrado, silenciado, maniatado y prostituido. ¿Hasta cuándo los beneficios económicos irán por delante de los futbolísticos?  Los valores éticos y morales de nuestros dirigentes están invertidos.  Tendrán que rodar cabezas para que el fútbol mexicano mejore en todos los aspectos, y al final eso se acabe por transmitir al terreno de juego.

El edén te espera, México, déjate de tonterías,  deja de soñar y empieza a creer.

Hay que empezar a ver hacia adelante y dejar de voltear a ver el pasado.

Como cada 4 años, el corazón inundado de tristeza y con la inverosímil promesa de volver para trascender.